MONTERREY.- Hoy es viernes 13 y en teoría la mala suerte abunda en donde sea, sobretodo en un año como el 2020. Pero hay sitios en donde la desgracia cayó y permaneció a través de las décadas, de los siglos. Basta dar un breve paseo por el barrio antiguo de Monterrey para encontrar historias de verdadero infortunio, más allá de cualquier superstición.
Dos de estas historias yacen sobre la calle Raymundo Jardón, a escasos pasos de la Catedral de Monterrey.
En la casa marcada con el número 850, se conoce como un sitio en donde la desgracia jamás se fue.
A finales del siglo XIX, un matrimonio tenía a su pequeña hija, quien fue instruida por sus padres a tomar lecciones de piano. A pesar de su corta edad, la niña fue una prodigio de este instrumento, al grado de ser reconocida y aplaudida por los vecinos del Antiguo Barrio.
Pero la mala suerte cayó en la familia, pues la pequeña enfermó y no hubo médico o tratamiento que pudiera sanarla. La niña murió, y con el paso del tiempo también sus padres, aunque algo permaneció en aquél domicilio. Los nuevos moradores escuchaban pasos y saltos, similares a los de un niño, y después, melodías tocadas en piano, aunque en aquella casona ya no había ningún instrumento.
https://mty.telediario.mx/local/no-se-encontraron-situaciones-de-maltrato-en-el-dif-de-guadalupe-estadoDesde entonces se le conoce a la vivienda como "La Casa donde los pianos tocan solos", en donde hoy se ofician cursos de fotografía y pintura.
Basta cruzar la calle para que las historias continúen, en el número 855 de Raymundo Jardón, donde la mala suerte cayó sobre una mujer de noble cuna, pero destino trágico.
Fue cuando se realizaban trabajos de remodelación del inmueble que los trabajadores encontraron en las paredes de un fino telar, y al romper paredes descubrieron el cuerpo de una mujer, vestida con finos ropajes, pero con expresión de terror en un rostro momificado.
La leyenda señala que fue el marido de la mujer quien selló su destino, al emparedarla en una alacena, bloqueando con ladrillos la salida.
Hoy el sitio es sede del Colegio de Especialidades Jurídicas.
Así como esas historias de infortunio hay muchas más, que demuestran que tal vez la mala fortuna no existe, sino que alguien la moldea con sus acciones.
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