La increíble historia de la playa italiana que separa a hombres y mujeres con un muro, se llama: El Pedocin, balneario que se inauguró en el año 1903 y recibe unas 250.000 personas al año. ¿Dónde está? En Trieste, ciudad en el extremo noreste de una católica Italia que comparte frontera con la también católica Eslovenia.
Historia inicia en 1903
El anecdotario local, cuenta que la playa era frecuentada por el escritor irlandés James Joyce, quien pasó 15 años en Trieste, hasta 1920, aunque El Pedocin había sido inaugurado oficialmente en 1903, cuando la ciudad estaba bajo dominio del Imperio austro húngaro (la ciudad era su principal acceso al mar) y se querían prevenir los “actos contrarios a la decencia”.
El Pedocin, que oficialmente se llama: Baños Comunales "La Lanterna", también sobrevivió a veinte años de época fascista y a la posterior ocupación angloestadounidense desde 1947 hasta 1954.
Lo más extraordinario del lugar es que es increíblemente amado. Tanto es así que cada mañana, en los días de verano, mujeres de todas las edades ingresan a esa parte de la costa de apenas 250 metros de largo para broncearse, eso si separadas de los hombres.
A un lado, se sitúan ellas (y sus hijos menores de 12 años, como dictamina el estricto reglamento), que son las más numerosas. Al otro, ellos, separados ambos sexos por un muro de hormigón pintado de blanco y de tres metros de altura que empieza en la costa y acaba en aguas del Adriático.
¿Cuánto cuesta entrar a "El Pedocin"?
La playa está abierta todo el año y, durante la época veraniega recibe unos 3.000 visitantes al día, aunque por el Covid-19 este año se permite 375 mujeres y 175 hombres al día que pagan el ingreso es gratuito de noviembre a marzo y en los meses de pre verano y verano se cobra 1 euro el día.
La playa está abierta todo el año y, durante la época veraniega recibe unos 3.000 visitantes al día.
Muchos de los que llegan son ancianos y madres locales, pero también (aunque en menor medida) rabinos judíos ortodoxos, camioneros turcos de paso por esa frontera y sacerdotes católicos que habitan en los alrededores.
“Muchos rabinos que viajan por Europa, pasan por allí cuando están en Trieste. Porque los hombres no pueden desnudarse delante de mujeres que no son sus esposas”, explicó en su momento a Il Gazzettino, Eugenio Bevitori, miembro de la comunidad judía de Trieste. “El Pedocin es un patrimonio de una Trieste olvidada y que, a pesar de ello, muchos mantienen en sus corazones”, añadió Bevitori, al medio Clarín.
¿Por qué tiene tanto éxito?
“A las mujeres les encanta este lugar porque tienen privacidad”, explicó en su momento Micol Brusaferro, una periodista que escribió dos libros sobre El Pedocin.
“Sin hombres dando vueltas, tener algunos kilos demás o las piernas no perfectamente depiladas no es un problema”, precisó, en unas declaraciones a DPA. “A los hombres le gusta este lugar pues le permite tener un reposo de sus fastidiosas esposas”, agregó, por su parte, Giancarlo, un cliente del lugar.
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