Levantar el ancla en una zona tan exuberante como las Islas Galápagos para adentrarse camino a la Isla del Coco es quizá un sueño para muchos, debido a la majestuosa vida marítima de la zona y a los maravillosos paisajes que muy pocos tienen la oportunidad de contemplar.
Esa oportunidad la tuvo un grupo de científicos -de seis países- que participó en una expedición sin precedentes, realizada entre el 2 y el 13 de abril pasados, bajo la coordinación de la Fundación PACÍFICO, con el objetivo de identificar las especies marinas migratorias, cuantificar su distribución, abundancia y diversidad de sus depredadores.
“El viaje comenzó en la Isla de Baltra, en las Islas Galápagos, en Ecuador. Navegamos e investigamos a lo largo del Corredor Marino Galápagos - Coco, donde también pusimos atención a la presencia de aves marinas, concluyendo en la costa del Pacífico de Costa Rica, para un total de 2.059 km de recorrido”, explicó Esteban Herrera, Director de Áreas Silvestres Protegidas ACMC, Costa Rica, e Investigador en la Expedición.
“Pero el verdadero desafío empezó cuando, estando mar adentro, observamos un bulto que se asomaba con esfuerzo en la superficie”, contó Herrera.
Era una tortuga lora enredada en 60 kilos de línea de pescar y varios recipientes de plástico, que evidencian la creciente alarma por el aumento de la basura en el Océano Pacífico, la cual equivale a 1,6 millones de km2.
La tortuga lora fue liberada con vida y en buen estado. Posteriomente, continuó la expedición y unos días después, un grupo de más de cincuenta Tiburones Martillo apareció en las cámaras submarinas, llenando de esperanza a la comunidad científica, debido a que también están en peligro de extinción.
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