En la vorágine del día a día, es común que muchas personas realicen sus comidas a la carrera, sin tomarse el tiempo necesario para disfrutar de los alimentos que consumen.
Ya sea frente al televisor, en el escritorio, en la cocina o incluso mientras caminan, la velocidad en la que comemos puede tener efectos profundos en nuestra salud y bienestar. Más allá de qué alimentos elegimos, es importante considerar cómo los ingerimos.
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Comer rápido: una tendencia prevalente
El ritmo acelerado de la vida moderna ha llevado a una práctica generalizada de comer de manera rápida y poco reflexiva.
Muchas veces, esto se debe a la costumbre, la urgencia de cumplir con las tareas diarias o simplemente la falta de conciencia sobre la importancia de la velocidad en la alimentación.
La velocidad con la que comemos no solo afecta la experiencia de disfrutar los sabores de los alimentos, sino que también tiene un impacto directo en cómo el cuerpo procesa los nutrientes.
La doctora Sarah Berry, experta en nutrición en el área de salud cardio-metabólica del King's College de Londres, explica que la velocidad de ingesta influye en la velocidad de llegada de los alimentos al estómago y al tracto gastrointestinal.
Efecto en cadena
La forma en que el cuerpo responde a la velocidad de la ingesta es una cascada de reacciones hormonales.
Comer rápido o despacio no solo influye en la sensación de saciedad, sino que también regula las hormonas relacionadas con el hambre y la digestión.
Las personas que vienen a un ritmo más rápido tienden a tener sobrepeso y acumulación de grasa en la zona de la cintura.
Además, se ha observado que presentan niveles más elevados de colesterol LDL, el conocido "colesterol malo".
Rol de las hormonas
Cuando comemos lentamente, se activan las hormonas de la saciedad, como la PYY y la GLP1, que indican al cuerpo que está satisfecho y limitan el deseo de seguir comiendo.
Al mismo tiempo, las hormonas del hambre, como la grelina, disminuyen su liberación, reducen la sensación de querer comer más. Esta interacción hormonal es esencial para mantener un equilibrio en la ingesta calórica y controlar el peso corporal.
Tiempo de las señales de saciedad
Una de las razones por las cuales comer rápido puede llevar a un consumo excesivo de calorías es que las señales de saciedad tardan entre 5 y 20 minutos en llegar al cerebro.
Si comemos de manera apresurada, es probable que continuemos ingiriendo alimentos sin percibir que ya estamos satisfechos.
Comer despacio permite que estas señales se transmitan correctamente, evitando un exceso de consumo.
Rol de la digestión
La liberación de nutrientes en el intestino es más lenta cuando comemos a un ritmo pausado. Esto resulta en una liberación gradual y sostenida de hormonas, lo que contribuye a una regulación más efectiva de la saciedad y el apetito.
En contraste, al comer rápido, se produce una liberación rápida de nutrientes, lo que puede llevar a desequilibrios en las respuestas hormonales y al exceso de ingesta.
Importancia de la conciencia
Más allá de los alimentos que elija, es crucial prestar atención al ritmo en el que los consume.
Comer de manera apresurada puede tener consecuencias significativas para la salud, incluyendo el aumento de peso y el desequilibrio hormonal.
Tomarse el tiempo para disfrutar de las comidas y permitir que las señales de saciedad lleguen al cerebro puede ser una estrategia efectiva para controlar el apetito y mantener un estilo de vida saludable.
La próxima vez que te sientas a comer, considera hacerlo con calma y conscientemente, permitiéndote saborear y sentir los efectos benéficos de una alimentación pausada.
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