Reyneri Huete manipula la plancha con delicadeza mientras alisa la ropa que vestirá el pequeño Bruno en la fiesta que congrega en una iglesia de Nicaragua a cientos de perros, cuyos amos agradecen o piden milagros a San Lázaro.
La mujer de 27 años interrumpe los saltos de Bruno, que a sus siete años aún es un entusiasta, y lo perfuma y atavía con la prenda recién planchada que simula un esmoquin, para partir de su casa a la iglesia de Santa María Magdalena.
"Lo bañamos desde muy temprano, le alistamos los atuendos, año a año se los cambiamos, este año va de caballero con su esmoquin y su chaleco, a darle gracias a San Lázaro", dice Huete a la AFP al comentar la historia de Bruno, mezcla de schnauzer con cocker spaniel.
Perros de distintas razas, colores y tamaños intercambian olfateos y ladridos en una tradición centenaria en el barrio indígena de Monimbó en la ciudad de Mayasa, a 30 kilómetros de Managua.
Nazareth Baltodano, de 30 años, llegó a la iglesia junto a Mancha, una chihuahua de un año que había sido desahuciada por un veterinario luego que se le complicó una picada de una avispa.
Los canes son llevados ante una imagen del santo, patrono de los pobres y enfermos, en uno de los costados del altar del templo, en agradecimiento por favores que le atribuyen.
La fiesta se origina en la parábola del evangelio sobre el rico y Lázaro, un mendigo al que lo acompañaban perros para lamerle las llagas.
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