TAKOMA PARK. — En un atareado mercado de agricultores enfocado en compradores hispanos en Maryland —delante de cestas de tomates y chiles, y cerca de una parrilla donde se preparaban burritos—, varias promotoras de salud paraban a clientes para preguntarles: ¿Quiere hacerse una prueba de vacuna para el COVID-19?
Con la ayuda de promotores de salud de habla hispana y pastores negros, hay un esfuerzo acelerado en Estados Unidos para reclutar a personas de minorías para garantizar que las vacunas potenciales contra la pandemia sean probadas en las poblaciones más azotadas por el virus.
Miles de voluntarios de grupos minoritarios son necesarios para las masivas pruebas clínicas en curso o a punto de empezar.
Los científicos dicen que tener un grupo diverso de sujetos de pruebas es vital para determinar si la vacuna será segura y efectiva para todos y generar confianza pública en las inyecciones una vez estén disponibles.
La expansión de los esfuerzos de los investigadores en vacunas y funcionarios de salud tiene un arranque lento en comunidades que, debido a una historia de explotación científica y racismo, pudieran ser las más renuentes a participar.
Simplemente informar toma tiempo.
“Yo no sabía nada de la vacuna hasta ahora”, dijo Ingrid Guerra, que la semana pasada se registró como participante mientras visitaba el mercado de agricultores de Takoma Park, en Maryland, en las afueras de la capital estadounidense.
Los promotores de salud de CASA, un grupo de apoyo a los hispanos, explicaron cómo funciona el proceso de estudios y cómo la vacuna puede ayudar a poner fin a la pandemia de coronavirus.
“No tengo miedo”, indicó Guerra. “Quiero participar por mí y por mi familia, mi gente”.
Los científicos en la Universidad de Maryland acordaron establecer un laboratorio temporal en el centro comunitario local de CASA para que las personas que tienen problemas financieros no tengan que viajar para participar.
Lo más difícil, dicen muchos expertos, es ganarse la confianza de la gente.
“Un tipo blanco de los NIH (Institutos Nacionales de Salud) probablemente no va a ser tan efectivo a la hora de convencer a alguien de una comunidad minoritaria de que se trata del tipo de ciencia en la que deberían confiar, como lo lograría un doctor de su propia comunidad”, dijo el doctor Francis Collins, director de los NIH.
Reclutar a voluntarios negros va a ser especialmente difícil, dijo Collins, debido al legado de desconfianza tras el notorio experimento Tuskegee, cuando hombres de raza negra en Alabama fueron dejados sin tratamiento de sífilis como parte de un estudio que se extendió entre las décadas de 1930 y 1970.
Algunos médicos negros también expresan dudas. La doctora Tina Carroll-Scott, directora médica de la Clínica Pediátrica South Miami, describió que ahora se vive un tiempo “realmente, realmente duro” en el país, considerando la influencia política que el gobierno del presidente Donald Trump ha ejercido sobre agencias de salud usualmente confiables, como la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés).
“El preguntarse cómo va a afectar las pruebas e incluso la vacuna que surja es una preocupación válida, creo yo”, dijo Carroll-Scott, que al final decidió recomendar los estudios. “Sabemos que los negros e hispanos están sufriendo el mayor peso de este virus y, sí, definitivamente necesitamos asegurarnos de que la vacuna resulte para ellos”, sostuvo.
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