Los Golden State Warriors, con nueve triples de Stephen Curry, derrotaron este domingo 122-103 a los Cleveland Cavaliers en el Oracle Arena, en Oakland, y pusieron el 2-0 en la final de la NBA.
Lo hicieron porque cuando Durant, Curry y Klay brillan, el rival no puede más que echarse a temblar.
Así, los locales arrancaron con 10 de sus primeros 11 lanzamientos anotados, con 22 de sus primeros 30 puntos en la pintura y con un acierto del 65,2% en el primer cuarto.
Cleveland no podía frenar los ataques locales y se veía desbordado una y otra vez, aunque LeBron lo mantenía en el encuentro con 10 tantos, cinco pases decisivos y cuatro capturas.
Poco a poco, Curry fue ampliando su rango de tiro, selló varios triples lejanos solo a su alcance, Klay lo acompañó y Durant sepultó los ánimos rivales con varias canastas de media distancia para llegar al descanso 13 arriba (59-46).
La ofensiva de los Warriors levantaba al público por su juego coral, con 18 asistencias en las 25 canastas anotadas y un acierto del 59,5%.
La mejor versión de Golden State emergía de nuevo. Esa que ha llevado a los de la Bahía de San Francisco a ganar dos de los últimos tres anillos y a disputar las últimas cuatro finales ante los Cavaliers. Esa en la que Curry se ríe y dibuja una sonrisa en los espectadores de todo el mundo.
Todos contaban con una buena actuación de los All-Stars de los locales. Nadie podía presagiar que McGee fuera un factor diferencial. El pívot, actor secundario durante toda la temporada, dejó su impronta saliendo de inicio y siendo una pesadilla con 12 puntos en apenas 17 minutos.
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